En los rellenos que defienden del mar la Avenida Santander pueden verse algunos de los restos humanos encontrados por Pizarro. Manuel Pedraza / EL TIEMPO
Mientras buscaba langostas frente a las murallas un buzo se topó con 5.000 fragmentos de vajillas, unas pocas monedas -algunas de 500 años-, fichas de juego, una daga, balas antiguas y restos humanos.
El hallazgo, que se conoció el martes, fue hecho en el transcurso de los últimos siete meses, a partir de un chapuzón en abril pasado en el que, por casualidad, Saúl Alberto Pizarro Angulo logró ver las primeras piezas.
El hombre se puso a investigar y encontró que en esa franja de costa -frente a la calle Tejadillo, uno de los accesos al sector amurallado sobre la Avenida Santander- hubo, desde principios del siglo XVII, un basurero público.
Los restos hallados pertenecerían a personas muy jóvenes o niños. El buzo encontró coxis, omóplatos, fémures, vértebras y cúbitos humanos, que aún permanecen mezcladas con las rocas contra las que se estrella el mar.
En ese pedazo de costa, de acuerdo con la historia, fue donde se apilaron los cadáveres de quienes murieron de hambre y por epidemias mientras defendían a Cartagena del sitio comandado por el Pacificador, Pablo Morillo.
La Academia de Historia de Cartagena está pendiente del alcance de los descubrimientos. Vicente Martínez Emiliani, su director, recuerda que hace muchos años -cuando él era muchacho- no era raro encontrarse en los playones restos de armas y monedas antiguas. Y agrega que desde esa época no había noticia de algo semejante.
Rastros de la Cartagena sitiada
Morillo llegó a Cartagena al mando de una expedición militar enviada por el Rey Fernando VII para someter a Cartagena de Indias, que, como otros estados granadinos, había declarado la independencia absoluta de la Corona.
El 20 de agosto de 1815 aparecieron frente a costas cartageneras los primeros barcos de la flota de Morillo. Con ellos empezó el bloqueo y sitio de la ciudad. Recuerdan los cronistas que los españoles no se atrevieron a tomarla a sangre y fuego porque sabían lo bien defendida que estaba, tanto con hombres como con baluartes, murallas y fuertes, y que optaron más bien por un arma que demostraría su eficacia: el hambre.
Los patriotas se atrincheraron y apertrecharon como pudieron. Pero la hambruna y las epidemias que se desataron con las muertes de los primeros defensores decidieron la tragedia. La resistencia de los patriotas duró aproximadamente tres meses, hasta el 4 de diciembre. Morillo, a la final, se tomó Cartagena e impuso un régimen de terror.
Las piras humanas ardieron por días para contrarrestar las epidemias. Se cree que fallecieron, en total, unas 6.000 personas.
Y en la franja de unos 20 metros donde cremaron los cuerpos se fue consolidando con el tiempo uno de los más grandes botaderos de desperdicios de la ciudad. Décadas después pasaría por allí la Avenida Santander, una de las más importantes de Cartagena.
Todo este pasado explicaría los trozos de vajilla (italianas, francesas, holandesas y españolas) que encontró Pizarro.
También las ánforas y las hebillas centenarias con las que ha llenado varias cajas con el paso de los meses. Su última inmersión, el domingo pasado, le dejó varias botellas de vino que, dijo, tienen más de 100 años.
Las piezas irán a un Museo
El restaurador Salim Osta Lefranc recomendó a Pizarro que se contactara con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, cuya subdirectora, Mónica Therrien, ha hecho estudios sobre el Sitio de Cartagena. "Él ha encontrado un material muy valioso para cualquier museo del país", dijo el restaurador.
Lo cierto es que Pizarro, quien se topó con el tesoro en una inmersión en la que pensaba encontrar algunas langostas para su mesa, tiene muy claro que no va a vender ni a quedarse con las piezas. Su idea es que pasen a algún museo.
Entre las monedas, que Pizarro conserva con todo celo en una caja de habanos cubanos, hay algunas de hace 100 años y otras de la época medieval, como las de la corte de Jaime Aragón (1325). También encontró un medallón de cobre con una lámina de oro cuyo origen no está todavía claro.
JAVIER FRANCO ALTAMAR
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
CARTAGENA
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