Jorge Arturo Santander, el último bisnieto vivo del Hombre de las Leyes

En su casa del norte de Bogotá, Jorge Arturo Santander tiene una amplia colección de libros, periódicos y revistas con la historia de su bisabuelo, el general Santander. John Wilson Vizcaíno / EL TIEMPO

Está a punto de cumplir 90 años y tiene la suficiente lucidez para relatar la vida de su antepasado, el general Francisco de Paula Santander, a toda una generación de tataranietos.

Su confortable apartamento en el exclusivo sector de Los Rosales, de Bogotá, parece un museo: condecoraciones, cartas firmadas con pluma de ganso, escudos de armas y 75 libros con la historia del general Santander.

Escucharlo es permitirse descubrir detalles sobre la vida del Hombre de las Leyes que jamás escuchamos en las clases de historia, como sus resentimientos con Simón Bolívar y sus disgustos con una de las Ibáñez.

Jorge Arturo Santander tiene ojos azules detrás de unas gafas que no puede abandonar, el cabello cano y las manos temblorosas. Viste de saco y corbata, y de vez en cuando cierra los ojos para recordar un dato que no quiere dejar escapar.

Cuenta con humor que los amores de Santander con una de las Ibáñez terminaron cuando el general regresó del exilio y encontró en la casa de la dama a José Vicente Márquez haciéndole la visita. "Casi lo lanza por el balcón", dice sonriendo.

O recuerda que el hijo de Santander, también llamado Francisco de Paula y apodado 'Pachito', no fue enviado a Londres, como quería su padre, porque su madre, Sixta Pontón, lo escondió en el lugar más inusitado.

"En esa época no habían inodoros, sino unas cajas de madera. Pues Sixta Pontón metió a 'Pachito' debajo de ese cajón", cuenta, sentado en la cómoda silla de su estudio, mientras revisa un libro de la historiadora Pilar Moreno de Ángel.

Prefirió la ingeniería civil

Jorge Arturo Santander rompió con la tradición de su familia: no hizo la carrera militar y no se quiso meter en los vericuetos de la política. Su bisabuelo, su abuelo y su padre fueron generales de la República, pero él prefirió ser ingeniero civil.

"No seguí la carrera militar por consejo de mi padre, el general Julio Mario Santander. Él me dijo que cuando se reúnen tres oficiales es para hablar mal de otro compañero. No hay demasiada lealtad de los militares en Colombia. ¿Quién sabe cómo será ahora?", pregunta con sarcasmo mientras, María Helena, su hija, no puede contener la risa.

Y de política, ni hablar. "He sido completamente apolítico. A mí lo que siempre me ha gustado son las matemáticas. Los políticos me tienen decepcionado: unos son liberales hoy y conservadores mañana".

Solo se permite una licencia para recordar que las diferencias entre Santander y Simón Bolívar comenzaron cuando el Libertador le hizo una broma de mal gusto a su bisabuelo.

"Bolívar le dijo, después de una partida de Tresillo, un juego de la época, que Santander le estaba pagando con unos tostones (monedas) que se habían perdido de un empréstito que nos había dado Inglaterra. Eso nunca se lo perdonó Santander", comenta.

Jorge Arturo, fiel a su apellido, niega que su bisabuelo haya tenido alguna participación en la Noche Septembrina, la conspiración en la que casi pierde la vida Bolívar.

Para su cumpleaños, el próximo 12 de diciembre, dice que se acostará temprano, a las 11 de la noche, pero que antes dedicará tiempo a la lectura de la revista Semana y del diario EL TIEMPO, "porque acostumbro a leerme hasta los avisos".

Dice que llega saludable a sus 90 años por haber sido un buen deportista: jugó y le hizo barra al glorioso Millonarios, practicó el tenis y finalmente se dedicó al golf.

Lo único que extraña es a su esposa, Isabel Ramírez, quien murió hace tres años. Ahora, vive solo en el último piso de un edificio que él mismo construyó. Cuando se le pregunta de qué vive y si tiene pensión, él no duda en responder: "Yo solo vivo de mis recuerdos".

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ
Redactor de EL TIEMPO

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