La única mujer que le sigue los pasos a la ciencia mundial y pasea oronda por la Nasa es colombiana


Con 47 años de edad esta bogotana ha vivido muchas experiencias que cualquier adolescente envidiaria.

Ángela Posada - Swafford lanza este mes su primera serie de novelas científicas en las que cuenta sus experiencias en portaaviones nuclerares y laboratorios.

No suele llorar porque su carácter siempre está templado de entusiasmo y alegría, pero el día en que vio criaturas insospechadas iluminarse a 1.000 metros de profundad en el mar de las Bahamas, no aguantó y se descuajó en lágrimas.

Estaba a bordo de uno de los cuatro submarinos científicos más sofisticados del mundo junto con Edith Widder, famosa por los estudios sobre bioluminiscencia. Tan pronto el piloto posó su nave -una burbuja de plexiglás- sobre la arena, apagó el motor, pidió un minuto de silencio y mágicamente empezaron a danzar alrededor cientos de peces y moluscos fluorescentes.

En ese viaje al océano profundo vio animales que expulsaban luz en vez de tinta y descubrió cuatro especies de medusas -o aguamalas-, además de un pez con una fosforescencia roja en la cabeza, dos centímetros de largo y dientes transparentes, que expone en la sala de su casa, en Miami.

Esa escena deslumbrante le recordó su pequeñez en un universo tan insondable, maravilloso e inexplorado como el marino, que junto con el espacio sideral conforman sus dos grandes pasiones.

Primera en muchos aspectos

A los 47 años, esta bogotana tiene un prontuario de aventuras que cualquier adolescente envidiaría. Fue la primera colombiana en pisar el Polo Sur soportando el frío más pertinaz de la Tierra, la primera periodista de este país en montarse en un portaaviones nuclear, la primera hispana en bajar en un sumergible a 3.000 pies de profundidad y la primera periodista en el mundo -y la décimoctava persona- en dejarse implantar un microchip en el brazo con información personal para que el canal de televisión Discovery Channel hiciera un documental sobre tecnologías del futuro.

Ha viajado a los pantanos de hipopótamos en Zimbabue, cruzado el Círculo Ártico y oído el canto de las ballenas jorobadas nadando entre ellas, y también ha buscado las rocas más antiguas del planeta, visto el mayor telescopio del mundo abrir por primera vez sus párpados al universo y experimentado la gravedad cero en el avión de entrenamiento de los astronautas, el mismo en el que se filmó Apolo 13.

Estas son, entre muchas, sus expediciones durante 25 años de ejercicio periodístico en la prensa, la radio y la televisión. Su delirio por la ciencia la ha llevado hasta las profundidades de la astronomía, la astronáutica, la paleontología, la geología, la oceanografía, la genética, la biología, la astrofísica, la arqueología, entre otros saberes del medio ambiente y la evolución.

De niña soñaba con ser bióloga marina, pero terminó graduada en lenguas modernas de la Universidad de Los Andes, en Bogotá, y luego cursó una maestría de Periodismo en la Universidad de Kansas. Allí conoció a su esposo, se casó y regresó a Colombia, en donde trabajó en el diario EL TIEMPO.

Dos años después, estaba de vuelta en Estados Unidos para trabajar en 'El Nuevo Herald', que recién abría sus puertas. En ese periódico estadounidense duró ocho años ejerciendo toda clase de oficios, desde sacar fotocopias hasta llegar a tener una columna sobre medio ambiente. Sin embargo, sintió que el trabajo de oficina no conjugaba con su espíritu inquieto, y por eso se arriesgó como periodista independiente.

Aventuras en la ciencia

Así comenzó la aventura de su vida, y un medio pequeño la condujo a otro mediano hasta terminar en los más destacados. En el año 2000 ganó la beca Knight Science Journalism -la más prestigiosa a la que puede aspirar un periodista científico- otorgada por el MIT y la Universidad de Harvard.

Sus profesores, las mentes más brillantes, curiosas y ávidas de las ciencias, terminaron siendo sus propias fuentes. Hoy, las investigaciones y misiones de Ángela, que bien podría encarnar a James Bond en versión femenina, culminan en publicaciones en National Geographic, New Scientist, Geo, Wired, Muy Interesante, Astronomy Magazine, Archeology, The Boston Globe, The Miami Herald, Gatopardo o El Tiempo, además de documentales televisivos y radiales para Discovery Channel, Animal Planet y National Public Radio.

Se divorció hace más de una década y no tuvo hijos porque siempre supo que su vida sería muy loca y expedicionaria, pero terminó siendo la tía favorita de siete sobrinos y los hijos de sus amigas más cercanas.

Historias literarias inspiradas en la realidad

Ellos la motivaron a escribir 'Aventureros de la Ciencia', su serie de novelas científicas para niños y adolescentes, que lanzará con el Grupo Planeta en este mes de abril, en el marco de la Feria del Libro. Se trata de diez historias en las que cuatro jóvenes, entre nueve y trece años, viven toda clase de aventuras descabelladas acompañando a la tía de tres de ellos, que es una periodista científica.

Los chicos se convierten en los héroes de cada hazaña. El 90 por ciento de la ciencia y la tecnología presente en sus libros es real, y todas las historias están inspiradas no sólo en las peripecias de la autora, sino en la vida de los científicos a quienes ha seguido por el mundo.

Cada libro viene, además, con un DVD de 20 minutos que muestra un documental ilustrativo sobre cada tema. Fueron realizados por Mauricio Eduardo Quintero, otro colombiano aventurero presidente de dos casas productoras, con sedes en Bogotá, San José de Costa Rica y Miami.

Pero ella es la protagonista de esta vida de aventura, que comenzó con un momento mágico, según dijo cuando Credencial habló con ella:

¿Hubo un primer experimento o descubrimiento que la sedujo hacia la ciencia y la llevó a pensar que quería vivir de ella?

Ese momento mágico fue gradual, y tuvo que ver con el mar y el espacio. Uno, fue presenciar el accidente del transbordador espacial Challenger y, el otro, conocer a Jacques Cousteau, quien vino a Colombia a explorar el Amazonas. Estaba en la universidad y me hice invitar casi a la fuerza a un coctel sólo para conocerlo. Le hice muchas preguntas sobre el océano profundo y me dejó deslumbrada por su sencillez.

¿Qué significa la ciencia para usted?

Avance, bienestar, calidad de vida, aunque también puede ser un arma de doble filo, como lo ha demostrado la tecnología nuclear. Es algo que permea nuestras vidas todos los días y de lo cual no nos percatamos, pero necesitamos saber más de ella para poder tomar decisiones. Para mí, la ciencia ha sido la mejor carabela para explorar nuestro mundo y otros mundos.

¿Por qué si la ciencia es tan importante en la vida, es tan desplazada en las sociedades, especialmente las latinoamericanas?

Es una cuestión cultural, un problema de percepción equivocada en el cual se la concibe eso externo que no nos afecta. Pura ignorancia. Un latinoamericano podría decir que es más importante tocar los temas que le atañen como la violencia o la pobreza, pero lo que no reconoce es que esos asuntos tienen ciencia por detrás.

¿Qué científicos la han inspirado?

Mis dos héroes son Carl Sagan y Jacques Cousteau, a pesar de que éste último no fue un científico (nunca tuvo un grado en oceanografía ni biología marina), sino un excelente explorador autodidacta. Uno me enseñó a amar el espacio y las estrellas, y el otro, el mar. También admiré mucho a Tintín, el muchachito de la tira cómica: con él aprendí mucho de geografía.

¿Quiénes han sido sus mentores?

Hay tres personas que han estado cerca de mí y han sido esenciales: Peter Young, un coronel retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que dirige el Departamento de Astronáutica y Aeronáutica del MIT. Él me llevó a experimentar la gravedad cero en el 'Vomit Comet' (Cometa del Vómito), como le llaman vulgarmente al KC-135, por sus bruscas maniobras de vuelo, pues sube muy inclinado y aprisa y baja en picada hacia el mar. También está Maria Zuber, geóloga planetaria del MIT y autoridad mundial en lo que se refiere a Marte, por lo que la apodan 'Mrs. Mars'. Y claro, está el astronauta Franklin Chang-Díaz, el primer hispano en entrar a la NASA y volar al espacio. Este costarricense está desarrollando un motor que podría llevar una nave tripulada a Marte en menos de tres meses.

¿Cuáles han sido sus experiencias más emocionantes?

Haber visto desde el Centro Espacial Kennedy el aterrizaje de la sonda Pathfinder sobre Marte, hace más de 10 años, haber flotado en gravedad cero a bordo del 'Vomit Comet', experiencia que he repetido tres veces y de la cual los astronautas reniegan de mí, entre risas, porque nunca he sentido el más leve mareo, y el haberme sumergido a 1.000 metros de profundidad para conocer los animales bioluminiscentes, lo cual fue alucinante porque el mundo oceánico sólo ha sido explorado un uno por ciento.

Son muy pocos los sumergibles que pueden hacer investigaciones a gran profundidad, lo que indica que estudiar el mar es mucho más caro, difícil y riesgoso que ir al espacio. Más personas se han posado en la superficie de la luna de las que han puesto un pie en la superficie del océano profundo.

La NASA parece ser un búnker fascinante. ¿Cómo es que una periodista colombiana termina paseándose por sus pasillos y siendo reconocida allí?

Al principio uno se cohíbe, pero después descubre que la NASA, como buena agencia del gobierno de Estados Unidos, depende de la publicidad. Por eso les interesa que los periodistas divulguen lo que hacen y que los lectores, que son quienes pagan los impuestos, conozcan sus proyectos.

¿Con qué se relacionan los secretos mejor guardados de la ciencia?

Hay uno en el terreno de la física que tiene que ver con una tela capaz de cambiar con la luz. Es algo parecido a la capa que se ponía Harry Potter para desaparecer. La está desarrollando el Instituto de Tecnología Militar en el MIT y es para que los soldados la usen como uniforme, pues juega con las propiedades de la luz de tal manera que se camufla con el ambiente, se mimetiza.

También están estudiando cómo funciona nuestro metabolismo y tratando mil maneras de convertirnos en superpersonas. Esto para que los soldados no se cansen tanto en la batalla, sientan poca sed y tengan que dormir y comer menos. Otro proyecto es hacer un laboratorio de diagnóstico para analizar la sangre, la orina o el colesterol en medio de la batalla. Se trata de un microchip en el bolsillo que le permitirá al soldado obtener su hoja médica en cuestión de minutos. Sin duda, muchísimos de los grandes adelantos en la ciencia tienen que ver cuestiones militares.

¿Estados Unidos es el país más avanzado del mundo o hay otros, como Israel?

Es cuestión de tamaño. Estados Unidos es más grande y tiene más plata, por lo que tiene avances superiores. Pero hay un fenómeno del cual el gobierno estadounidense está temeroso, y es el desestímulo de la ciencia en las escuelas y una notoria fuga de cerebros. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos importó muchos cerebros porque era una prioridad, pero ahora es al revés: hay un montón que se están yendo para otros lados, y China va a ser la gran potencia científica.

¿Conoce algún experimento o descubrimiento espeluznante?

Siempre pienso que la ciencia tiene su lado oscuro. Bueno, en realidad no es la ciencia, sino cómo la usamos. Definitivamente, los avances nucleares o la genética pueden acabar con nosotros mismos. Me asusta, por ejemplo, que en unos años un empleador pueda ver tus genes y decidir no contratarte porque descubre que dentro de 15 años te va a dar cáncer. La tecnología de la vigilancia también es aterradora, pues hay chips del tamaño de un grano de arroz que se implantan en la piel con tu información personal y GPS (localizador satelital).

¿Cómo hace para explorar y escribir sobre ciencia sin caer en el abismo de ser manipulada?

Hay que saber bastante y hablar con mucha gente para tener opiniones distintas. El cubrimiento de estos temas es muy delicado, y la premisa básica es seguirle la huella a la plata.

¿Cuál es el problema más apremiante para la ciencia hoy?

El cambio climático, cuyos efectos ya se empiezan a ver y son prácticamente imparables. Incluso cuando dejemos de emitir más CO2, la Tierra se seguirá calentando por muchos años, y eventualmente esos problemas graduales serán crisis verdaderas de proporciones bíblicas.

¿Es religiosa?

Fui educada como católica, pero no practico y soy más dada a pensar que hay una evolución. La mayoría de la gente está entre dos aguas: unos que dicen que hay evolución pero que alguien la echó a andar, y ese es Dios; otros, piensan que todo ha sido por un proceso evolutivo. Yo tiendo a inclinarme a que no hay un más allá: esto es lo que hay y es maravilloso. Aunque no puedo negar que a los humanos nos gusta creer cuando estamos en situaciones difíciles. Andamos entre la tabla periódica y la Biblia: queremos milagros, pero también medicinas.

¿Una historia vale la vida?

Nunca lo pienso de esa manera. Mis aventuras siempre tienen un sentido y hay experiencias tan geniales, tan intensas y tan profundas que llega un momento en que pienso que no me importa nada más. Pienso como los toreros: que si mueren estando en el ruedo, lo hicieron en franca lid, en lo que amaban.

¿Qué historia fue difícil hacer?

La del Body Farm (la Granja de los Cadáveres). Es un laboratorio en Tennessee donde se estudia el proceso de descomposición de un cuerpo humano para saber exactamente hace cuánto murió una persona, un estudio forense completo. Los cuerpos están en un bosque, botados al aire libre, unos sobre árboles, otros debajo del agua, entre automóviles, en fin. Cuando fui, hasta el pelo me olía a muerte. El FBI manda a sus estudiantes allá: es un lugar único en el mundo.

¿Cuál es su mayor debilidad?

Quizás, que soy muy impulsiva por mi delirio de exploración.

¿Se ha sentido al borde la muerte?

En realidad no. Pero he estado en lugares y en medios de transporte que son inherentemente peligrosos, como la Antártida, el continente más frío, hostil, ventoso, aislado y peligroso del mundo. Allí el clima cambia más aprisa de lo que toma quitarse las gafas de sol: pasa de menos 10 a menos 50 grados Celsius en menos de un minuto.

¿A qué científico le daría el Nobel y por qué?

A Robert Langer, un ingeniero del MIT, descrito como una de las 25 personas que más van a influir nuestra vida en el futuro cercano. Está desarrollando formas nuevas de entrega de medicamentos al organismo, es decir, que no haya necesidad de tomarse una pastilla o inyectarse insulina, sino que el mismo cuerpo lo haga automáticamente.

Además, es pionero en la fabricación de tejidos de órganos, lo que permitirá que uno tenga 'partes de repuesto' guardadas en un laboratorio o en un hospital. Y a Eric Lander, biólogo molecular del Whitehead Institute, en Cambridge, pionero en crear el mapa del genoma humano, que es más importante que haber ido a la Luna.

¿Qué libros han tenido mayor influencia en su vida?

Contacto, de Carl Sagan, y A media milla de profundidad, de William Beebe.

¿Cuál ha sido la mayor lección que le ha dado la ciencia?

Ser más holística y exacta.

¿Qué cree que la ciencia no podrá descifrar?

No creo que esa pregunta tenga cabida. Hay quienes dicen que la ciencia nunca va a poder contestar a la pregunta de si Dios existe, pero a mi modo de ver esa no es su misión.

¿Cuál es el 'santo grial' de la ciencia?

Cada disciplina científica tiene su propio santo grial. Para la física es encontrar esa teoría que lo unifique todo, que lo explique todo en una fórmula matemática elegante y sencilla, que es lo que Einstein nunca pudo lograr. Para la biología quizá sea poder entender a fondo el funcionamiento de los genes y las proteínas, y para los evolucionistas es saber cómo comenzó la vida en la Tierra.

¿Cuál será su próxima aventura?

Volar en el ojo de un huracán, a bordo del Ms. Piggy, un avión de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, de Estados Unidos. Está cargado de aparatos de medición y sondas que deja caer hasta la superficie del mar cuando está dentro del ojo de la tormenta para pronosticar su dirección. Es un vuelo que, según me dicen, dura ocho horas y se mueve muchísimo.

Por Amira Abultaif