Aún quedan 700

EDITORIAL NACION.COM - Costa Rica


  • La narcoguerrilla colombiana mantiene en su poder a centenares de inocentes
  • Por sus objetivos y métodos, las FARC son un grupo terrorista inaceptable

El contraste no pudo ser más grande, revelador y digno de consideración por quienes, realmente, defienden la democracia y los derechos humanos en el mundo:

El pasado jueves, tras la liberación de las rehenes Clara Rojas y Consuelo González por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mandatario venezolano, Hugo Chávez, mediador en el proceso, pidió que el grupo narcoguerrillero fuera considerado una fuerza beligerante, no terrorista. Ese mismo día, sin embargo, ambas mujeres desautorizaron por completo el pedido presidencial, mientras los principales Gobiernos latinoamericanos, incluso los que han mostrado simpatías hacia Venezuela y felicitaron a Chávez por sus gestiones, se distanciaron del pedido.

En declaraciones a la prensa, Clara Rojas calificó el secuestro como un “crimen de lesa humanidad” y añadió: “Me preocupa que ellos (las FARC) se dicen que son un ejército del pueblo, un ejército organizado, y uno ve que entrenan gente para secuestrar. En principio parecería ser una organización delictiva”. Consuelo González, por su parte, manifestó que “el hecho de privar a cualquiera de su libertad contra su voluntad, de aislarlo de su familia y del mundo”, no solo es condenable, sino que debe ser considerado “como una especie de tortura”.

El calvario por el que pasaron ambas mujeres no puede ser más revelador de la verdadera naturaleza de las FARC. A Rojas, excandidata a la vicepresidencia en la fórmula encabezada por Ingrid Betancourt (aún secuestrada), la separaron de su hijo Emmanuel, procreado y nacido en cautiverio, meses después de un traumático alumbramiento mediante cesárea. El menor fue abandonado y solo logró sobrevivir al ser rescatado por un desertor, que lo entregó a las autoridades colombianas encargadas de la atención infantil. Como si esto fuera poco, durante varias semanas los guerrilleros estuvieron alimentando la expectativa de que Emmanuel iba a ser liberado, a pesar de que era totalmente falso, y ellos lo sabían. Rojas fue encadenada durante varios días. González, excongresista, se libró de ese trato, pero dijo sentirse “muy afectada” de ver a hombres amarrados con cadenas “al momento de dormir”.

El uso de tales métodos, la conexión directa con el tráfico de drogas, los atentados con coches bomba, su campaña sistemática contra las instituciones democráticas colombianas y tener todavía alrededor de 700 rehenes son razones más que suficientes para que cualquier Gobierno civilizado y verdaderamente democrático considere a las FARC como terroristas. Tal es el caso de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y muchos de América Latina, así como de varias organizaciones internacionales. De aquí que se justifique plenamente el férreo rechazo de las autoridades colombianas al claro intervencionismo de Chávez.

Que dos mujeres inocentes puedan recuperar su libertad y que una de ellas logre reencontrarse con el hijo del que nada sabía son hechos de gran relevancia humana, que merecen ser celebrados. Además, pese a su errático actuar, hay que reconocer el papel del Presidente venezolano en el desenlace de los hechos. Pero, mientras otros 700 rehenes sigan en manos de las FARC, mientras sus comandantes insistan en imponer su voluntad violenta a las decisiones democráticas de los colombinos y mientras se mantenga la alianza guerrillera con el narcotráfico, su condición de grupo terrorista no puede ser más clara y censurable. También es censurable que, desde Caracas, se les pretenda presentar como algo diferente.