El editorial
Necedades que preocupan
Enero 28 de 2008
Por difícil que sea aceptarlo, las relaciones entre Colombia y Venezuela están en un momento crítico, cuyo antecedente son los pretextos utilizados por el general Páez para desbaratar el sueño de Bolívar, la Grancolombia. Al igual que entonces, y con retóricas similares, Hugo Chávez ha comenzado por acusar a Colombia de fraguar una “provocación bélica” que podría desencadenar una guerra con Venezuela.
Lo dijo ante la televisión y al lado de su compinche Daniel Ortega, de Nicaragua, país que tiene un diferendo con Colombia. Lo dijo sin parar mientes en lo absurda de la acusación, ya que para nuestra Nación las buenas relaciones con Venezuela son claves de la prosperidad del país y del vigor de su comercio exterior. Lo afirmó, agregando su amenaza de deteriorar aún más los lazos económicos entre los dos pueblos.
Por absurdas que sean, estas afirmaciones hay que tomarlas con cuidado. Se producen luego de que el caudillo militar ha cosechado derrotas significativas dentro y fuera de Venezuela. La derrota en el referendo y la caída de su popularidad en un 28%, además de los fracasos de sus políticas, que ocasionaron la destrucción de la economía de su país, son los más notorios en el plano interno. Y en el externo, el fiasco con la Operación Emmanuel, que dejó al desnudo su afán de protagonismo, así como el rechazo mundial a sus pretensiones sobre las Farc y el ELN.
Ante tales golpes a su ego, la decisión de militarizar la frontera con Colombia con el propósito aparente de “combatir el contrabando”, fue el primer paso para blandir su espada. Un dictador herido en su orgullo es un peligro para sus vecinos, en especial cuando no son afines a sus pretensiones hegemónicas y las cosas dentro de su nación se le complican. Por eso Chávez ha comenzado una escalada peligrosa: para hacer la guerra hay que generar consensos y para tenerlos hay que generarlos y para generarlos hay que fabricar pretextos.
Algo así está sucediendo con las voces de guerra chavistas. La visita de Condoleezza Rice, del almirante Michael Mullen y del zar antidrogas John Walters a Colombia ha servido de pretexto al vecino Presidente para lanzar la especie de que Colombia está siendo “instigada” a una guerra con ese país por los Estados Unidos. Nada más falso. Y, en el frente interno, Chávez afirma que no hay que olvidar que nuestro pueblo está manejado “por la misma oligarquía que mandó matar a Simón Bolívar y a Antonio José Sucre y le robó a Venezuela 300.000 kilómetros cuadrados”. El mismo lenguaje ríspido de Páez cuando quiso desmembrar la Grancolombia.
El país debe ser consciente del riesgo que implican tantas necedades juntas. Abstenerse de contestar las provocaciones, como lo ha venido haciendo, y estudiar la mejor manera de evitar cualquier cosa que lleve a confrontaciones, como parece ser el deseo del desencajado Mandatario venezolano. No hay que olvidar que muchas guerras, por absurdas que parezcan, comienzan con pequeños incidentes y por el interés de dictadores en generar consensos internos combatiendo imaginarios enemigos.
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