Los últimos golpes a las FARc


No ve, doctor, me decía mi amigo cuando oíamos las emisoras que lanzaban al aire las consejas que circulan sobre la impecable operación de inteligencia militar que permitió el rescate de los tres norteamericanos y de los doce compatriotas que acaban de volver a la vida. No ve, insistía, que todo lo del pobre es robado. A fe que se tratara de los ejércitos de Suiza, Estados Unidos o Israel, para que nadie pusiera en duda su enorme ingenio, talento y su poder de ejecución.

Lo del pobre es robado, en efecto. Por eso nadie creía posible que tuviéramos tropas para dar de baja al ‘Mocho’, terror del suroccidente del país. Ni que fuera nuestra la inteligencia que puso entre rejas a ‘Simón Trinidad’, tan escondido como andaba en Quito. Menos que ‘Sonia’ pasara de nuestros calabozos a los de los EE.UU.

Imposible que sin ayuda bombardeáramos al ‘Negro Acacio’. Porque con ese, apostaban muchos, jamás podríamos. Ni que nos metiéramos al campamento de ‘Carlos Antonio Losada’ para dejarlo muerto o inútil y que en la misma acción muriera el tal ‘Cristóbal’, diablo de las milicias urbanas y cerebro del Partido Comunista.

Nadie se comía la historia del rescate del actual Canciller, obra combinada de las Fuerzas Militares y de su indomable voluntad de lucha. Tampoco se recuperaban de su asombro los que supieron cómo cayó ‘Martín Caballero’, el verdugo de los Montes de María. A no mucho andar, perecieron los dos sustitutos de ese mando, dejando prácticamente extinta la columna caribe de las Farc. Lo mismo pasaría con aquella que se metiera al corazón de Cali para robarse entera la Asamblea y que quedó huérfana con las bajas de ‘J.J.’ y de su segundo. Dicen algunos que en estúpida retaliación fueron vilmente asesinados los diputados cautivos. Pero tamaña crueldad no resucita muertos.

Por los lados de la zona cafetera, en doloroso pero inevitable intento de rescate de Diego Mejía, había muerto su asesino, ‘Muelas’. Y en el occidente de Caldas, vecindades de Quinchía, desaparecido el último reducto del EPL en esa zona. Parece mentira todo aquello.

Pero faltaba lo mejor. Porque el primero de marzo desarrollaron las Fuerzas Militares la operación Fénix, en la que desapareció ‘Raúl Reyes’, vergüenza de la humanidad y cruz de Colombia. Fue tan perfectamente planeada y ejecutada, que los protectores de las Farc, Chávez y Correa, insisten en que lleva el sello de la tecnología y las armas gringas. Lo del pobre es robado. Por fortuna, la felicidad que ese triunfo nos produjo, nadie se la lleva. Con ‘Reyes’ se enterraba también a ‘Tirofijo’. Dos pájaros de ese tamaño en un sólo día, no es mala caza. Pero sumen la muerte de otro miembro del Secretariado, que es como la cabeza del hampa, la de ‘Iván Ríos’, a manos de uno de sus hombres, que es como morirán todos, si no se entregan pronto. Para completar este cuadro de hazañas increíbles, la más sanguinaria, feroz, implacable guerrillera, ‘Karina’, no tuvo más remedio que pedirle a nuestro Ejército perdón y comida.

Así andábamos cuando nos sorprende la noticia de este rescate, fruto magnífico de la más limpia valerosa acción de inteligencia militar jamás cumplida en el mundo. Demasiado bueno, le parece a muchos, los que no saben que hemos pagado estas alegrías al precio de amarguras infinitas. Y por ser demasiado bueno ha de ser ajeno. Porque, como arriba decíamos, lo del pobre es robado.

Fernando Londoño