Una mujer y nueve meses
at 10:56 a. m.
Una mujer y nueve meses
Por: Mauricio Botero Caicedo
LOS ESTUDIOSOS DEL DESARROLLO están de acuerdo en que el capital humano es tal vez el principal eslabón en la compleja cadena que conduce a la riqueza de las naciones.
Pero a diferencia del capital fí sico que requiere esencialmente inversión en dinero, hormigón y equipos, el capital humano además de inversión, requiere tiempo, mucho tiempo. Bernardo Quintero, el ejecutivo y ocasional filósofo payanés afirma que para procrear un hijo se necesita una mujer y nueve meses, no nueve mujeres y un solo mes. Con el capital humano ocurre lo mismo.
Existe, sin embargo, una excepción que acelera la formación de este recurso y es que el capital humano se desplace, voluntaria o involuntariamente, de un lugar a otro. Con creces se benefician los países que acogen a los inmigrantes profesionales, a medida que perjudican a los países que los emigrantes abandonan. La historia nos brinda innumerables ejemplos de estos flujos migratorios como fue las expulsión de los judíos de la península ibérica en los siglos XV y XVI, que les permitieron principalmente a los Paí ses Bajos acelerar su desarrollo; la expulsión de los hugonotes de Francia, torpeza que empobreció intelectualmente al reino galo, pero que enriqueció a sus vecinos y a Inglaterra; y en nuestra era las masivas migraciones huyendo del fascismo y del comunismo, inmigrantes que contribuyeron de manera decisiva al liderazgo de paí ses como Estados Unidos, Canadá, y Australia.
Con discreción y timidez al inicio, pero cada día con mayor fuerza, a Colombia le está llegando un gigantesco acervo de capital humano procedente de Venezuela. Aquel chafarote de quinta categoría que es Hugo Chávez le está¡ prestando a Colombia un invaluable servicio: proveerle un capital que durarí amos una o dos generaciones formando. Hoy, cerca de 600 ingenieros petroleros venezolanos laboran en el paí s, y dentro de sus inmensos aportes está la contribución a que el campo petrolero de Rubiales en el Meta, en vez de producir 9.000 barriles diarios, haya sobrepasado los 100.000 barriles y en fechas cercanas lleguen a 300.000 barriles. En buena parte estos ingenieros y ejecutivos formaban parte de Petróleos de Venezuela, Pdvsa, empresa que hoy en dí a se dedica es a atender las necedades del socialismo del siglo XXI que pregona Chávez. Pero no sólo son los ingenieros petroleros los que se han desplazado a nuestro paí s: miles de empresarios, profesionales y acadámicos buscan en Colombia, como afirma Miguel Gómez Martí nez en su columna de El Espectador (diciembre 6/09), el refugio y la tranquilidad, por no hablar de la libertad, que les fue arrebatada en su país de origen.
Con el fin de acelerar el flujo migratorio de los venezolanos hacia Colombia, la Cancillerí a les debe agilizar los trámites para que puedan obtener la residencia o la ciudadaní a sin tropiezo alguno. Paralelamente, el Ministerio de Comercio Exterior debe promover además la inversión de Venezuela en nuestro país, especialmente aquella relacionada con el sector exportador. Chávez, chafarote tropical que sigue pensando que los inmensos problemas que enfrenta Venezuela se solucionan con ponerles a sus ciudadanos bozales de arepa, entreteniéndolos simultaneamente con el espectáculo bufo en que ha convertido sus alocuciones dominicales, va a continuar promoviendo así, sin que los colombianos tengamos que mover un dedo, migraciones masivas de capital humano. El coronel, sin proponérselo, terminará siendo un gran benefactor de Colombia. Así será que por cada profesional que nos llegue, a Chávez, en reciprocidad le podemos enviar un terrorista de las Farc?
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EJERCITO NACIONAL DE COLOMBIA - BICENTENARIO
martes, julio 20, 2010 at 9:46 a. m.
Los héroes en Colombia sí existen
Asunto: Carta abierta de la señora esposa del coronel Plazas a la juez Jara María Stella Jara Gutiérrez,
jueves, junio 24, 2010 at 10:13 a. m.
Asunto: Carta abierta de la señora esposa del coronel Plazas a la juez Jara
María Stella Jara Gutiérrez,
donde quiera que esté
Bogotá, 23 de junio de 2010
Su señoría,
En medio de la soledad de mis noches, a las que me condenaron hace ya tres años cuando detuvieron a mi esposo, el coronel Luis Alfonso Plazas Vega, reflexiono acerca de lo que está ocurriendo.
Veintitrés años después de los hechos dolorosos del Palacio de Justicia, mi esposo fue detenido, primero para investigarlo y después para juzgarlo. El fue privado de libertad pues un juez decidió que él era “peligroso para la sociedad”. Durante esos años he tenido que aprender a vivir sola, pues mis hijos salieron hace seis años del país por las amenazas que recibieron.
He pasado muchas noches tristes, muchas noches amargas, muchas noches con miedo. La de hoy es una noche especial. Son tantas las ideas y las preguntas que se atropellan en mi mente que he decidido levantarme para escribir y tratar de organizar mis sentimientos.
Hoy me enteré por los medios que usted se fue del país después de dictar la sentencia de cadena perpetua contra el coronel Plazas Vega, porque 30 años de cárcel para un hombre que ayer cumplió 66 años es cadena perpetua.
Eso me hace pensar en la inmensa responsabilidad que significa ser juez. Ser juez significa ser casi Dios. Con razón les dicen a ustedes “su señoría”. En manos de una juez estuvo y está nuestra vida. La mía, la de mi esposo, la de mis hijos. Usted acaba de destruir esa vida, esas vidas, sin razón: la de mi esposo, la mía, la de mis hijos y la de mi nieto y la de los nietos que vendrán, y las vidas de toda nuestra familia. Qué responsabilidad tan grande. Es casi sobrenatural. Manejar y definir la vida de un ser humano y decidir encerrarlo en una celda el resto de su vida, castigarlo de esa manera porque “supuestamente” cometió un delito, es adelantarse en la Tierra a la justicia divina!
Que íntegra, qué centrada, qué vertical, qué honesta, qué ecuánime, qué imparcial, qué preparada, qué equilibrada, qué valiente, debe ser una persona para ser buen juez. ¿Usted reúne esas virtudes? Estoy segura que no. Creo que no reúne ninguna de esas virtudes. Si así fuera, usted jamás hubiera proferido esa sentencia, ni condenado a un hombre inocente, honesto, cristiano, servidor de la Patria, buen colombiano y con una hoja de vida intachable. Contra él usted no reunió una sola prueba. Usted se basó en el testimonio de un testigo fantasma, al cual ni usted ni la defensa vieron, ni pudieron interrogar personalmente, porque nunca se presentó a la audiencia y cuyo testimonio son cuatro hojas llenas de mentiras en las cuales ni siquiera su firma es auténtica. Su Señoría, usted condenó sin pruebas materiales a un acusado. Eso sí que es un delito comprobable y abominable, además de ser un pecado.
Cómo quisiera sentarme con usted, su señoría, frente a frente, para mirar sus ojos y para tratar de ver qué hay dentro de usted.
¿De qué huye señora juez? Dicen los medios que usted huye de las amenazas que le llegaron por este caso. Si tiene dudas le quiero decir una cosa: no ha sido el coronel, ni su familia, quienes la han amenazado.
Mis hijos viven en el exterior, y son hombres bien criados, que nacieron en un hogar cristiano y que son nuestro orgullo por sus valores. El coronel Plazas lleva diez meses sometido a un tratamiento médico en el Hospital Militar de Bogotá por los daños emocionales que usted, con su actitud brutal e intransigente, con su decisión de negarle la posibilidad de acompañar a su padre en el momento de su muerte, le ocasionó. Y después por hacerlo sacar del hospital y llevarlo amarrado de pies y manos, como un delincuente de la peor ralea, a una cárcel que no le correspondía --de acuerdo a la Constitución y a la ley a las que usted no se somete. Usted, durante todo este tiempo, ordenó que él fuera vigilado por guardianes del Grupo de Reacción Inmediata del Inpec, vigilancia extraordinaria que no fue puesta a verdaderos criminales como “alias la pantera” o a “alias Pablito”, ni a ningún sicario, ni a ningún guerrillero.
Yo soy una mujer sola. Yo no sé formular amenazas. Mi formación, mi educación, rechazan esa manera de actuar. Como madre y esposa he sufrido la tortura sicológica que producen las amenazas. Fuimos amenazados durante varios años cuando el coronel Alfonso Plazas se enfrentó al narcotráfico de este país desde la Dirección Nacional de Estupefacientes. Jamás se nos ocurriría a nosotros hacer lo mismo con alguien.
Yo creo que usted sí fue amenazada por otra gente, no por el coronel Plazas. Y ese miedo la presionó a actuar, a sentenciar como lo hizo. Estimo que usted no está huyendo de tales amenazas. Usted huye ante los temores que le genera el hecho de haber cometido un delito grave como es condenar a un inocente. Presumo que eso es lo que ha ocasionado la demora de más de ocho meses en proferir su inicua sentencia condenatoria, mientras organizaba cómo cumplir con un pacto secreto e infame y cómo resguardarse de lo que puede implicar moral y jurídicamente fallar sin pruebas y enviar a la cárcel, de por vida, a un inocente.
Usted está huyendo de su propia conciencia. Huir de eso es muy difícil. Puede usted ir al lugar más apartado del planeta pero siempre la sombra de su culpa la seguirá.
La verdad es que nosotros estamos sufriendo inmensamente, y que usted ha acabado con nuestras esperanzas, pero tenemos paz interior. Tenemos fe en que cuando este caso llegue a las manos de un juez probo, sereno, con las virtudes que mencioné, la justicia se abrirá paso.
No sé en qué país del mundo está usted ahora. Lo que sí sé es que usted no puede estar tranquila. Su irresponsabilidad y su crueldad han sido inmensas, y por eso sé que no encontrará paz ni sosiego en ninguna parte.
Le recomiendo que sea valiente y que descargue su conciencia contando quien la amenazó a tal punto de que no pudo obrar como una verdadera juez de la República de Colombia. No soy persona de odios ni de resentimientos. Pido a Dios que me libre de esos sentimientos. Soy sincera al decir que siento por usted cierto pesar y cierta conmiseración por el enorme peso que ha decidido usted misma cargar sobre su conciencia.
En una entrevista que dio a El Espectador, usted dijo que ha tenido que pedir ayuda siquiátrica y tomar gotas. Yo sé porqué el Coronel Plazas tuvo problemas emocionales. Ya lo expliqué. Quisiera saber qué es lo que a usted la atormenta tanto.
Durante el juicio oré por usted, para que Dios entrara en su alma y la ayudara a obrar en Derecho y en Justicia y a no dejarse vencer por los intereses malvados que la acechan. Veo, sin embargo, que en este caso, hasta ahora, el Mal venció al Bien. Empero, nunca es tarde señora juez. Alivie su conciencia para volver a tener paz interior. Hágalo por temor de Dios. Siempre me pregunté por qué, en las audiencias a las que asistí, nunca pude encontrar su mirada. Usted nunca me miró a los ojos. Ahora entiendo. Usted ya estaba comprometida, y su lucha interna no le permitía mirarme a los ojos.
Hoy usted está posiblemente en Alemania, apoyada por algunas Ongs y por organizaciones de izquierda. Mientras tanto, el coronel Plazas quedó aquí privado de la libertad, luchando con su equipo de defensa, para demostrar su inocencia, porque en la justicia de Colombia, a pesar de lo que dicen la Constitución, las leyes y la jurisprudencia, a los militares no se les tiene que demostrar su culpabilidad sino que ellos tienen que demostrar su inocencia.
Pero el coronel Plazas también está apoyado por cientos de miles de ciudadanos, de diferentes niveles, por gente del común, por colombianos de bien. E incluso por personas de otros países que nos han manifestado su apoyo y su solidaridad.
Tengo la absoluta certeza de que usted no está bien interiormente. No lo estará nunca mientras su víctima, el Coronel Plazas Vega, esté privado de libertad. Creo señora juez que usted malogró su propia vida. Usted podrá huir de Colombia, pero no podrá huir de su propio remordimiento.
Aquí, aunque no tenemos libertad, tenemos paz interior, a pesar de la infamia de que somos víctimas. Dios está con nosotros.
Atentamente,
THANIA VEGA
Bogotá, 23 de junio de 2010
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